Ayuno, una buena medicina para limpiar nuestro cuerpo
Manuel G | 20 Junio 2021

Todo vegetariano sabe que el ayuno es la mejor terapia contra toda causa patológica. Sabe que, en cuanto a limpieza orgánica y equilibrio alimenticio, esta sociedad se encuentra totalmente desquiciada.
Sabe, además, una de las cosas que más le asombran: que se come mucho, demasiado, a destiempo, mal masticado y no siempre alimento sano. El vegetariano, sin ser ningún sabio, sabe de tantas cosas relacionadas con la salud...
Existe mucha gula —gran pecado contra Natura—, enfermedades de todo tipo, sida, holocausto en la carretera, allí donde el 80 por 100 de los biontes circulantes con prisas de ir a ninguna parte y mirar de perro dogo, portan reflejos embotados, torpes, un orgullo tenso, absurdo, pueril, un estreñimiento y hemorroides a flor de piel... En estas circunstancias no tiene nada de extraño que sean capaces de estrellarse en cualquier curva o cambio de rasante. Y así contamos ya casi con tantas bajas diarias como en una guerra permanente.
Ante tal hecatombe fisiológica y moral, iniciada en el estómago de cada uno, se impone pues la más necesaria y olvidada de las terapias: el ayuno, barrendero de morbos...
En unión de una respiración adecuada y una actitud mental libre de todo pensamiento negativo, el ayuno debe practicarse a menudo sin complejo ni miedo alguno, si está seriamente programado. Todo lo que pierde en peso se ganará en energía, reflejos y bienestar.
Está demostrado desde tiempo inmemorial que el ayuno es la mejor terapia natural empleada. Si notamos o padecemos inapetencia, dolor de estómago, úlcera, dolor de riñones, cólico nefrítico, molestias en vías urinarias, molestias de garganta, cefaleas, dolor de muelas, hipertensión, reglas dolorosas; cuando se observan flatulencias, agotamiento nervioso, insomnio, incluso un simple catarro, lo más sensato es ayunar. Según la constitución y el estado de salud, el individuo puede ayunar durante algún tiempo: desde un día hasta un máximo de cuarenta en régimen continuado y siempre de forma programada, dirigida, juiciosa, empezando por un día, y transcurrida una semana, dos días seguidos... Luego, a las dos semanas, tres días, y pasado un mes, cuatro días seguido, hasta llegar a siete u ocho días de forma intermitente. No existe mejor manera de lograr una desintoxicación completa del organismo y un diáfano resurgir a la vida y a la alegría de Natura. Hemos excusado decir, por comprensible, que quien esté dispuesto a ello debe ponerse bajo la dirección y vigilancia de un experto naturólogo.
Nadie debe arriesgarse en esto por su cuenta si piensa realizar el ayuno más de dos días seguidos.
Al practicar el ayuno se suprime la digestión y en este estado, la vis medicatrix o defensas orgánicas naturales actúan a sus anchas, esto es, sin obstáculo alguno, obteniendo un resultado óptimo en el proceso de curación o simple obtención de bienestar.
En células y tejidos existen casi siempre materias, toxinas y sedimentos grasicntos acumulados durante años, tal vez decenios, si se es omnívoro. Estos desechos tienden a ser disueltos, a veces absorbidos por autofagia en el transcurso de ayunos más o menos prolongados. El cuerpo se libera así, tranquilamente, de materia morbosa, realiza una limpieza a fondo y recupera su salud con firmeza. Una sangre limpia nos reportará siempre fuerzas renovadas y un gran bienestar físico.
Debemos mentalizar a los demás para la práctica benefactora del ayuno progresivo que incluso fortalece la vista, y en virtud de lo cual algunos sabios alcanzaron edades muy avanzadas y dignas con pleno disfrute de su visión.
Hemos tenido enfermos de complicados cuadros clínicos a los que se les ha hecho ayunar durante un mes o más tiempo, bebiendo sólo agua, y han curado radicalmente. Estos ayunos prolongados y como severa terapia, por ser en parte peligrosos, han de ser vigilados, repetimos, controlados por un profesional. El ayuno practicado siquiera dos días durante un mes, o sea cada quince días, descarga y previene, evita muchas dolencias, excesivas cargas humorales al desintoxicar el organismo, reportando a la vez el debido descanso y asepsia del aparato digestivo que, de esta manera tan sencilla, contribuye a alargar la vida del individuo. El sano proceder del ayuno, limpiador y agradecido, lejos de dañar, devuelve por ende juventud y vitalidad.
El ayuno fue práctica bíblica; bien llevado, sin trampas, puede proporcionar y proporciona un perfecto equilibrio metabólico y psíquico.
Una vez superado los días de ayuno que nos hallamos marcado y a fin de ir creando limpia y gradual bioplastia, hay que empezar por una sola comida el primer día. Una ensalada ligerita puede servir, por ser el plato más corrector de nuestra cocina y coadyuvante de una buena digestión. Después, si se quiere, una sopa liviana en caldo de cebolla. Nada de cena. Al segundo día y siguientes, es muy posible que apetezca una patata cocida, así como habichuela verde en ensalada, con lechuga, zanahoria y puerro, o un cocido vegetal, o lentejas, o algún plato de cereal, pescado cocido para los que hagan una alimentación mixta, sopa de ajos, batido de apio, gazpacho de almendras, aceitunas desaladas, queso blanco fresco, algún que otro huevo pasado por agua (nunca frito), yogur, cuajadas, plátanos, dátiles, piñones, nueces, malta, leche de almendras, paella de arroz natural... Otro día la fruta del tiempo, con la que se comenzará toda comida, bien masticada siempre o en jugos. Obvio es decir que todo ello debe tomarse bien compatibilizado y sin hartarse... Una vez limpio y regenerado el organismo, no hay que volver a las andadas, ¡jamás!
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