La gripe: Consejos para curarla de forma natural
Manuel G | 17 Julio 2022
Siempre lo dijimos por cuantos medios de difusión tuvimos a nuestro alcance: la gripe, ese temible azote humano, por lo que tiene de inmovilizador y molesto, no es más que un catarro más o menos grave, con dolores en las articulaciones, fiebre y escalofríos.
Generalmente es producto de los fríos y la humedad del invierno. Pero también proviene en gran medida de la gula o glotonería en la alimentación. El mal funcionamiento intestinal en cuanto a eliminación, con la consiguiente sobrecarga de toxinas, juega un papel decisivo en la declaración de la gripe. Esta, en algunas ocasiones, afecta a tal número de personas al mismo tiempo en una ciudad o nación, que toma el carácter de verdadera epidemia. Es muy natural, pues la exposición al frío de cuerpos no preparados, las largas permanencias en lugares públicos, y los copiosos ágapes de fechas señaladas, son generales y conducen a la gripe o a afecciones aún más graves.
En esta dolencia, como en todas, creemos que la inyección o vacuna inmunizadora ha fracasado. Contra la gripe no existe ningún remedio químico específico, dicho sea con toda honradez.
Las drogas, como en tantas dolencias, se declaran impotentes contra la gripe, e incluso contra el más simple estado catarral, pues los calmantes —de sobra lo sabemos— no hacen otra cosa que alargar el sufrimiento y fastidiar la flora intestinal.
Sólo los vegetarianos naturistas, avisados e inteligentes, se libran de la gripe, así como de un sinnúmero de enfermedades; ellos ni encharcan su estómago ni ofenden a su sistema celular. Sus cuerpos disponen de unas defensas poderosas, producto de una alimentación equilibrada, rica en vitaminas naturales, y de una vida sana. Esta predisposición contra virus y microbios se la reporta el continuo contacto con el aire, el sol y el agua, los tres agentes inmunizadores y curadores con que la Humanidad cuenta, los más eficaces y seguros. Ello es suficiente barrera contra todo agente catarral o griposo.
Cuando el individuo se encuentra atacado por cualquiera de los numerosos virus gripales, cuya manifestación es de todos conocida al reflejarse en el estado general, la primera precaución a tomar es no tocarse la nariz con los dedos, y si existe secreción en forma de agüilla o mucosidad, cambiar de pañuelo varias veces al día, y siempre éstos metidos en una bolsita de plástico. También debe procurar aislarse un tanto de los demás, sobre todo de los niños, como medida profiláctica.
Vamos a intentar dar aquí los consejos pertinentes para la curación de la gripe, de un simple estado catarral o coriza. Ante todo es totalmente necesario comenzar guardando cama y calor. Y nada de confiar en pastillas o comprimidos... Estos productos químicos sólo calman el dolor momentáneamente, el cual, ofendido en su ciclo normal, vuelve con más fuerza si cabe. Aunque pecando de reiterativos, diremos que estos productos no curan en forma alguna el mal, siendo en cambio perjudiciales para el estómago y el hígado.
Los estados catarrales o griposos vienen solos y solos se van, siempre y cuando ayudemos un poco para evitar complicaciones y expulsarlos cuanto antes. Un catarro mal curado puede ser fuente de multitud de complicaciones, entre las que no descartamos la propia tuberculosis.
Algunos consejos de curación
Ante un caso de gripe, y aparte la lógica precaución de evitar contagiar a los demás, especialmente a los niños, la primera medida a adoptar es la de suprimirle al enfermo su dieta normal, generalmente impropia, administrándole en su lugar frutas jugosas del tiempo, aunque tenga algo de fiebre. En ayunas: zumo de limón algo rebajado con agua (así no daña el esmalte dental); gargarismos con el mismo líquido, y cama siquiera durante dos días. Mantener el cuerpo en calor y hacerlo sudar. Si se quiere cambiar el zumo de limón en ayunas por tomas de agua de arcilla, mejor que mejor (esta materia va en el siguiente capítulo), pues a nosotros nos viene dando resultados sorprendentes contra estas afecciones.
Ante un caso de coriza, o catarro con obstrucción o congestión de la mucosa nasal, también recomendaremos cama y una buena desinfección bucal. El catarro, por ser más benigno que la gripe, aunque no menos peligroso, cursa siempre con menos molestias, y si se reserva el cuerpo de corrientes de aire y frío, abrigándolo convenientemente, bastan unas tomas de agua de arcilla al día para que desaparezca por completo.
En cuanto a la alimentación, tanto para el catarro como para la gripe, nada mejor que caldo vegetal bien caliente al principio. La fruta del tiempo al día siguiente.
Caso de presentarse fiebre, no se debe emplear ningún medio para cortarla. Recuérdese siempre que la fiebre, o elevación de temperatura del organismo, no es otra cosa que la reacción de defensa del cuerpo. La fiebre representa LA FORMACION DE ANTITOXINAS Y SUSTANCIAS DEFENSIVAS (Lüdke). La fiebre es buena y no debemos tenerle miedo alguno. Ahora bien: si este síntoma fuese en aumento o cursara con escalofríos o fuertes sudores en sus oscilaciones termométricas, no vacilemos en poner medios para derivarla hacia las extremidades inferiores y poder así regularla. Pero, dada la finalidad saneadora de la fiebre, estos medios para rebajarla han de ser siempre suaves y leves. Si una fiebre moderada (39,5°), tiende a seguir subiendo (téngase en cuenta que en los hombres puede llegar hasta los 50 grados, calorimetría que puede coagular la sangre y ocasionar la muerte), entonces nosotros apelamos a envolver en un paño triple, mojado en agua corriente, la parte central de ambos pies (metatarso) y caso que la fiebre se mantuviera estacionada, lo que se da muy rara vez, entonces los paños, mojados y escurridos nuevamente, se suben a las pantorrillas.
Y como recomendaciones finales diremos que, para casos de tos más o menos fuerte, surte gran efecto la inhalación de vapores de hojas de eucalipto, tisanas frecuentes de infusiones de la misma planta, o bien aquel remedio soberano que nos enseñara nuestro maestro, el sabio naturista don Eduardo Alfonso, y que detallamos seguidamente:
En una taza se ponen una yema de huevo muy fresca, puesta del día, o como máximo de cuatro, una cucharada sopera de aceite de oliva, otra de mantequilla (reblandecida al calor, sin derretir), otra cucharada grande de miel, y 8 ó 10 gotas de ron. Mezclar bien y dar al paciente adulto una cucharada cada tres horas; al niño una cucharadita en el mismo tiempo.
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